La Iglesia ha vivido constantemente, desde sus inicios, una permanente tensión entre unidad y pluralismo, tanto en su interior como en relación a la sociedad. De una parte, la sociedad en la que se sitúa la Iglesia -sobre todo, la sociedad moderna- es extremadamente pluralista. De otra, se han multiplicado los pluralismos teológicos y pastorales en el interior del pensamiento y de las vidas eclesiales. Este doble hecho nos ayuda a considerar la tensión unidad-pluralismo en dos aspectos: la Iglesia en una sociedad pluralista y el pluralismo dentro de la Iglesia.

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